EL VIAJE DEL EMPERADOR

EL VIAJE DEL EMPERADOR

Estrella del Universo Viajes

Las criaturas de la naturaleza, -desde las más diminutas hasta las de mayor tamaño-, protagonizan en ocasiones viajes heroicos.  

El viaje del emperador es uno de ellos: un viaje épico conmovedor.

El documental de Luc Jaquet, que en 2005 obtuvo el Oscar en su categoría, se adentra en los viajes que todos los años realizan los pingüinos emperador con el propósito de crear y perpetuar la vida.

Los narradores son una pareja de pingüinos, que con su voz cálida (en contraste con el paraje helado) nos contarán los instintos, rituales, motivaciones, contratiempos, esfuerzos y peligros a los que se enfrentan los pingüinos emperador durante su periplo.

Érase una vez en la Antártida. Menos cuarenta bajo cero. Clima extremo e inhóspito. Cada otoño, los pingüinos emperador sienten la llamada. Abandonan el océano y marchan en formación (a veces erguidos, con sus graciosos andares, y otras deslizándose sobre la tierra helada), durante veinte días para encontrarse en una planicie que es el punto de reproducción y anidación ancestral.

Algunos no consiguen llegar; se quedan rezagados y se pierden en el trayecto. Llaman a sus congéneres emitiendo sonidos quejumbrosos pero están condenados a desaparecer sigilosamente, en la basta llanura de hielo.   

Los que sí llegan, inician el baile de seducción, el ritual del amor: se saludan, se buscan, se escogen, cantan. Es emotivo verlos, -a miles de ellos-, enfrascados en tal guirigay. Tras aparearse, esperan varias lunas la llegada del huevo.

Entonces, las madres, famélicas, vuelven al océano en busca de comida para alimentar a las crías. Les entregan los huevos a los padres (en ese proceso, algunos se quiebran dejando desolados y sin propósito a sus progenitores) para que ellos los incuben durante cuatro meses; el tiempo que ellas tardarán en regresar del océano. En su viaje se enfrentarán a depredadores marinos hostiles. Algunas nunca regresarán.

Los padres pasarán el invierno al límite de su resistencia, sin alimento, con el huevo bajo su plumaje, procurando que no se malogre. Para soportar las crudas tormentas de nieve, adosarán sus cuerpos temblorosos formando una coraza contra los elementos, en una larga espera…