EL VIAJE DEFINITIVO

EL VIAJE DEFINITIVO

Estrella del Universo Viajes

Detrás de nuestra casa familiar, en el pueblecito Muriel de la fuente (Soria), se alza una colina en cuya cumbre se asienta el cementerio rural. Es un camposanto minúsculo, recogido y sobrio, desde el que se pueden divisar las peñas sobre las que planean las águilas, los campos, el río, los chopos y la retirada ermita románica.

Es ese apacible cementerio, entre paredes robustas, reposa lo que resta de los cuerpos de mis bisabuelos y de mis tías-abuelas, Nati y Lidia. Éstas ejercieron un gran influjo sobre mí predicando con el ejemplo de la generosidad y la entrega. Durante la infancia y juventud llenaron de paz mis días; nunca olvidaré los muchos veranos que pasamos juntas en el pueblo. A veces pienso en el silencio en el que se encuentran allí arriba, sobre todo por las noches, flanqueadas por un viejo ciprés y el rugido del viento. Y la luna en lo alto. 

Me ha conmovido siempre el ritual de subida al cementerio en los entierros y funerales que allí se han oficiado. Todos los vecinos ascienden en estoica procesión. Las campanas de la iglesia repican. El pueblo se consuela a sí mismo.  

Suelo ser de las últimas en abandonar las comitivas fúnebres y siempre que cerramos la puerta herrumbrosa del cementerio, desde lo alto de la loma, vuelve a mi mente El viaje definitivo, poema de nuestro Premio Nobel Juan Ramón Jiménez.

Un poema que nos recuerda cómo la belleza y los colores del mundo seguirán ahí, impertérritos, después de que nosotros emprendamos el viaje ineludible.

Un viaje que el poeta, -apenado por tener que abandonar el mundo-, describe como un tránsito hacia un plano desde el que el espíritu contemplará lo terrenal con añoranza.   

 

EL VIAJE DEFINITIVO

…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros

cantando;

y se quedará mi huerto, con su verde árbol,

y con su pozo blanco.

Todas la tardes, el cielo será azul y plácido;

y tocarán, como esta tarde están tocando, 

las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;

y el pueblo se hará nuevo cada año;

y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,

mi espíritu errará, nostálgico…

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol

verde, sin pozo blanco,

sin cielo azul y plácido…

Y se quedarán los pájaros cantando.