¡NO LO DIGAS!

¡NO LO DIGAS!

Estrella del Universo Silencios

Emily Dickinson pasó gran parte de su vida recluida por voluntad propia en la casa de su padre. En su habitación escribió una obra prolífica de cerca de 1800 poemas, que en su mayoría no fueron publicados hasta después de su muerte. Creaba y jugaba con las palabras en soledad, sin pulsión ni interés por publicar, sin vanagloriarse de ser la autora de una de las obras poéticas más sólidas y deslumbrantes de la literatura estadounidense.

El poema que transcribo a continuación es uno de mis favoritos y en él queda patente el carácter reservado de Dickinson y su desprecio por lo manifiesto y divulgado a gran escala. Ese deseo suyo de ser silencio en medio del ruido, discreción ante la ostentación, voz anónima frente al aburrido y mundanal deber de proclamar todos los nombres. 

 

 

Yo no soy nadie. ¿Quién eres tú?

¿También tú no eres nadie?

¡Entonces ya somos dos!

¡No lo digas! Lo pregonarían, ya sabes.

 

¡Qué aburrido ser alguien!

¡Qué ordinario! Estar diciendo tu nombre,

como una rana, todo el mes de junio,

a una charca que te contempla.

 

*La traducción del poema original pertenece a Enrique Goicolea en la maravillosa edición ilustrada “El viento comenzó a mecer la hierba” de Nórdica libros.