Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de una lectura. Realidad daimónica (Atalanta), de Patrick Harpur, me ha resultado fascinante; entretenido e instructivo a la vez.
Un libro sobre visiones y apariciones de criaturas que irrumpen y han irrumpido en la humanidad desde el inicio de los tiempos bajo formas y disfraces distintos, adaptados a la cosmovisión y mitos de la época que los contempla. Seres a los que el autor engloba en el término daimónes: hadas, ángeles, ovnis, bigfoots, ninfas, visiones religiosas, damas blancas, elfos, perros negros, etc.
“Introducen un grato matiz salvaje e incierto al universo, que corre el peligro de ser un poco demasiado autoexplicativo, demasiado luminoso”
Figuras que no son físicas ni espirituales, sino ambas cosas al mismo tiempo. Median entre los dioses y los hombres, así como entre el lado espiritual y el lado físico de cada uno de nosotros. Son el puente que une las dimensiones del hombre y a la vez son una dimensión más; la más poliédrica y expansiva.
No traen mensajes claros porque ellos mismos son el mensaje. Aparecen en momentos y lugares liminales, fronterizos. Confunden, son enigmáticos, aparentemente contradictorios y ambiguos. Se burlan de las teorías que pretenden encasillarlos y sortean las leyes de la física newtoniana a voluntad. Juegan al despiste e inundan el mundo de pistas falsas.
Harpur analiza distintos modelos (Inconsciente Colectivo, Anima Mundi, Imaginación, el Otro Mundo) en los que enmarcar ejemplos de la realidad daimónica. Me gusta porque se aproxima al tema con humildad y asombro. No pretende explicar el misterio, tan solo embriagarnos con él. Nos invita a dejar de lado el literalismo y a cultivar la llamada “doble visión”.
“Me temo que la verdad que hay tras las apariciones se asemeja menos a un problema que resolver que a una iniciación al misterio; menos a una investigación que a una búsqueda […] Puede que incluso debamos abandonar por completo nuestra idea de la verdad para encontrarlo”