BIG

BIG

Estrella del Universo Juguetes

Una de las comedias ligeras hollywoodienses que más me gustaron en mi adolescencia fue Big, dirigida por Penny Marshall en 1988 y protagonizada por Tom Hanks.

Narra la historia de Josh Baskin, un muchacho que desea crecer a toda costa para poder hacer todo aquello que sus trece años y su baja estatura le impiden hacer, fundamentalmente (¡cómo no!), conquistar a la chica de sus sueños.

Una noche acude con su familia a una feria ambulante, repleta de atracciones. Allí descubre la máquina de un mago de ojos llameantes llamado Zoltar, que presuntamente concede deseos a cambio de monedas. La máquina está desenchufada, pero Josh no se percata de ello hasta más tarde, así que introduce una moneda y pide su deseo:

Quiero ser mayor –

La maquina responde emitiendo una tarjeta con un mensaje escueto: “Tu deseo ha sido concedido”.

style="background:white">Al día siguiente el pequeño Josh amanece en el cuerpo de un hombretón de treinta años. Asustado, pedalea como puede en bicicleta hasta el descampado donde se ubicaba la feria la noche anterior pero allí ya no queda nada; los feriantes se han marchado… y no hay rastro de Zoltar.

Josh deberá encontrar la máquina perdida para volver a su estado natural. El periodo de pesquisas le llevará varias semanas y para sobrevivir solo en Nueva York buscará empleo en la compañía Juguetes MacMillan. Su llegada a la famosa juguetera alterará el orden de egos y ambiciones establecido y renovará el espíritu del equipo.

Le película me encantó por cuatro motivos fundamentales:

  1. Los juguetes son los rotundos coprotagonistas de la película, están presentes en todo momento.
  2. La casa de Josh en Nueva York es el paraíso terrenal para cualquier niño; repleta de muñecos y peluches, de una cama elástica, de bolas de colores, de literas, de máquinas recreativas, etc.
  3. Una de mis escenas favoritas se rodó en la famosa juguetería FAO Schwarz (ubicada entonces en la 5ª Avenida y hoy en día en el Rockefeller Center), que tantas veces he visitado en mis viajes a Nueva York.
  4. Nos recuerda lo importante que es alimentar el espíritu infantil que persiste dentro de nosotros, para ser más creativos e inspirar a los demás.

¡La fantasía al poder!