Doce naves extraterrestres llegan a la Tierra sincronizadamente y se establecen en doce puntos estratégicos del planeta. Las doce son imponentes y sobrios monolitos verticales de 500 metros de altitud, que permanecen imperturbables, suspendidos a unos pocos metros del suelo terrestre.
En ese contexto, la Dra. Louise Banks (Amy Adams), una prestigiosa lingüista experta en traducción, recibe en su despacho de la universidad la visita del Coronel Weber (Forest Whitaker). Éste requiere sus servicios para establecer comunicación con los alienígenas y averiguar cuál es el propósito de su visita a nuestro mundo.
Banks es trasladada a Montana, a la base militar de campaña que el gobierno estadounidense ha establecido a pocos metros de una de las naves. Desde allí, trabajará junto al físico Ian Donnelly (Jeremy Renner) en el cometido asignado, siguiendo siempre sus propias reglas y certezas que, en muchos casos, serán ajenas a la comprensión de militares y agentes de inteligencia asignados a la base.
Durante ese viaje insólito de comunicación entre dos especies, Banks consigue un nivel de intimidad y de cercanía con los visitantes que le provoca alteraciones de conciencia; una apertura que le permite percibir con amplitud la naturaleza del tiempo y adentrarse en él de una forma reveladora y completa.
Todo en La llegada (Denis Villeneuve, 2016) es envolvente: el mensaje, -la importancia de colaboración y la unión para trascender cualquier cosa-; el paisaje, en el que contrasta la llanura de la verde Montana con la verticalidad oscura de la abrumadora nave extraterrestre; el interior de la propia nave, un túnel vertical y una pantalla ahumada al fondo desde la que vislumbrar a las criaturas y, como no, la maravillosa e inquietante banda sonora original del compositor islandés Jóhann Jóhannsson.
Ésta, “Non-zero-sum game”, es una de mis piezas favoritas de la BSO porque refleja muy bien el espíritu de la película. Haz click aquí para escucharla.