El Libro de las cosas nunca vistas (Anagrama) de Michel Faber es una de las novelas más fascinantes que he leído en los últimos años. Pocas historias han conseguido sumirme en un mundo paralelo con tanta emoción y eficacia.
Su protagonista, Peter Leigh, un pastor evangelista británico de 33 años con un turbio pasado, acepta la extraordinaria misión que le encarga la agencia espacial USIC: viajar a un lejano planeta llamado Oasis para predicar el evangelio entre los nativos.
El último párroco que estuvo en Oasis desapareció en extrañas circunstancias y los oriundos del lugar, -los oasianos-, exigen con ímpetu a la USIC que envíe otro misionero a su planeta; alguien que pueda leerles y explicarles los pasajes de la Biblia, a la que ellos se refieren reverentemente como “el libro de las cosas nunca vistas”.
Los oasianos tienen forma humanoide y caras amorfas, amasijos de carne rosácea. Visten túnicas de colores irrepetibles, con capuchas y guantes. Son menudos y discretos. De género impreciso. Elaboran alimentos que intercambian por fármacos con los humanos de la USIC. Viven en un asentamiento de casas de barro y sisean un idioma ininteligible. Nadie sabe con exactitud cuántos habitan en el asentamiento ya que tan solo una pequeña parte de ellos aprende algo de inglés y se constituye en comunidad cristiana. Se hacen llamar Amantes de Jesús: Amante de Jesús uno, Amante de Jesús cinco, Amante de Jesús sesenta y tres… Parecen interpretar literal y superficialmente el evangelio, pero esa aparente simpleza esconde, en realidad, un sentido delicado y profundo de la existencia.
La vida de Peter en Oasis transcurre en idas y venidas entre su iglesia en el asentamiento y la aséptica e impersonal sede de la USIC, en la que un equipo multidisciplinar de herméticos terrícolas trabaja con un fin ambiguo. Mientras tanto, desde la Tierra, su mujer Beatriz le escribe desoladoras crónicas del mundo, en un marco semi distópico.
El Libro de las cosas nunca vistas es una aventura maravillosa que aborda un tema fundamental: el amor, la amabilidad y la compasión hacia todas las criaturas como única vía posible para la esperanza y redención personal.
