La primera vez que vi El mundo de Christina sentí un gran desasosiego.
De entrada me asaltaron preguntas: ¿Qué hacía Christina allí, en el suelo, con su vestido rosa, en medio de la campiña, contemplando la casa que se alzaba sobre la colina? ¿estaba huyendo de algo? ¿había ocurrido algo en aquella casa que obligó a Christina a alejarse, a huir? ¿era aquella casa todo su mundo?
Después me fijé en los detalles del primer plano, puesto que la técnica utilizada por el artista, -la témpera al huevo-, permite matizar cualquier detalle con las pinceladas: cada cabello, cada hoja de hierba, se distinguen perfectamente de los demás. Después busqué los detalles del horizonte, pero la casa estaba muy lejos. Traté de vislumbrar un hálito de vida en la casa (alguien asomado en las ventanas o rondando el cobertizo) pero no lo encontré.
El cuadro ejercía un extraño magnetismo sobre mí cada vez que lo contemplaba, así que decidí investigar sobre él en busca de algunas respuestas a mis preguntas y esto es lo que averigüé:
El mundo de Christina, obra pictórica de Andrew Wyeth (1948, témpera al huevo sobre tabla, 82 x 121 cm, MoMA, Nueva York), está considerado uno de los iconos de la pintura realista estadounidense del siglo XX.
La mujer retratada es Christina Olson, vecina del pintor en South Cushing, Maine. Se quedó inválida a los treinta y pocos años por culpa de la enfermedad de Charcot-Marie-Tooth. En lugar de utilizar silla de ruedas, prefería desplazarse arrastrándose por el suelo. El artista se quedó tan impresionado por la fuerza de voluntad de Christina que quiso pintarla para “hacer justicia a la extraordinaria conquista de una vida que para muchos sería desoladora”, según las propias palabras de Wyeth.
Sentí una gran emoción al descubrir que la granja de los Olson (Christina vivía allí con su hermano) -la misteriosa casa gris del horizonte- sigue en pie y está abierta al público, gestionada por el Museo de Arte Farnsworth. Se considera Monumento Histórico Nacional.
Quizás algún día pueda ir a visitarla. Me estiraré en ese caso en la pradera para tratar de imaginar, -remotamente-, lo que pasaba por la mente de Christina al contemplar su hogar en la lejanía.