A JOSÉ MARÍA PALACIO

A JOSÉ MARÍA PALACIO

Estrella del Universo Cartas

 

Casi todos los veranos visito el cementerio de El Espino, en la ciudad de Soria. Allí descansa mi querido abuelo Galo. Es un camposanto de modestas dimensiones, con unas hermosas vistas sobre las colinas que circundan la ciudad. A veces imagino al espíritu de mi abuelo contemplando, -desde ese enclave sacro-, el horizonte de la ciudad tranquila. Sonriente, en paz.

En El Espino, reposa también Leonor Izquierdo, esposa y musa del gran poeta Antonio Machado.

Leonor falleció en 1912, víctima de la tuberculosis. Poco después de su muerte, Machado escribió desde Baeza un poema epistolar maravilloso titulado A José María Palacio; el número CXXVI de su libro Campos de Castilla.

Empleando la estructura de poema-carta, en el discurrir de los versos Machado formula a su amigo Palacio varias preguntas retóricas sobre la primavera soriana y el florecer de sus elementos: chopos, olmos, tomillo, romero, perdices, cigüeñas, margaritas, zarzas y abejas.

En ese contexto luminoso, con la delicadeza propia de Machado, el poema da un sutil giro final cuando el poeta le pide a Palacio que suba al cementerio en una tarde azul, para depositar las primeras flores allí donde yace su amada.

 

A José María Palacio

 

Palacio, buen amigo,

¿está la primavera

vistiendo ya las ramas de los chopos

del río y los caminos? En la estepa

del alto Duero, Primavera tarda,

¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...

 

¿Tienen los viejos olmos

algunas hojas nuevas?

 

Aún las acacias estarán desnudas

y nevados los montes de las sierras.

 

¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,

allá, en el cielo de Aragón, tan bella!

 

¿Hay zarzas florecidas

entré las grises peñas,

y blancas margaritas

entre la fina hierba?

 

Por esos campanarios

ya habrán ido llegando las cigüeñas.

 

Habrá trigales verdes,

y mulas pardas en las sementeras,

y labriegos que siembran los tardíos

con las lluvias de abril. Ya las abejas

libarán del tomillo y el romero.

 

¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?

 

Furtivos cazadores, los reclamos

de la perdiz bajo las capas luengas,

no faltarán. Palacio, buen amigo,

 

¿tienen ya ruiseñores las riberas?

 

Con los primeros lirios

y las primeras rosas de las huertas,

en una tarde azul, sube al Espino,

al alto Espino donde está su tierra...