“Desde los siglos pasados, todos se habían dado cuenta de que el Bosque Viejo era diferente a todos los demás. Tal vez no lo confesarán, pero se trataba de una convicción generalizada. Sin embargo, nadie sabía decir en qué residía su diferencia”
¿Qué tiene de extraordinario el bosque que Dino Buzzati describe con tanto encanto en su novela El secreto del Bosque Viejo (Gadir)?
En el Bosque Viejo todo está animado. Hay genios milenarios que habitan y custodian los troncos de los abetos, hay vientos orgullosos que se vanaglorian de su fiereza, los animales charlan entre ellos y emiten juicios éticos…
Dicha animación solo la perciben los espíritus puros y también aquellos que -pese a haber coqueteado en algún momento con la maldad- albergan en su interior la capacidad de avergonzarse y redimirse a sí mismos.
Hay algo al cruzar la frontera de la infancia a la edad adulta que empaña la capacidad de percepción de las dimensiones mágicas y sobrenaturales de la floresta:
“Un día volvían en primavera, para continuar su vida de siempre. Pero algo ya no funcionaba. Como si el bosque les pareciese distinto. Entendámonos, veían perfectamente que los árboles seguían siendo iguales que antes, con la misma altura, las mismas ramas, las mismas sombras, o poco más o menos. Y, sin embargo, ya no podíamos entendernos”
Una vez que el lector se adentra en el Bosque Viejo, se convierte en testigo del conflicto entre el coronel Sebastiano Procolo y su sobrino, el pequeño Benvenuto. Una colisión entre codicia y desprendimiento, entre ruindad e inocencia. Una pugna enmarcada en un paisaje onírico cuyas fauces engullen al lector impidiéndole olvidar a la araña melómana, a las urracas vigías, a los vientos Matteo y Evaristo, a los genios de los árboles, al ratón vengativo, a las orugas putrefactas o a la sombra desertora.
Todas las entidades -visibles e invisibles, luminosas y oscuras- se expresan y manifiestan en la espesura, incluso, a veces, el mismísimo silencio.
“Pero en dos o tres ocasiones, aquella noche, se produjo también el verdadero silencio, el solemne silencio de los antiguos bosques, no comparable a ningún otro en el mundo y que muy pocos hombres han oído”