Me gusta mucho la ópera. No es extraño que suene de fondo en mi casa y hace tiempo solía disfrutar de ella en directo con cierta asiduidad.
Los años que viví en Lisboa fueron especialmente intensos en ese ámbito. Uno de mis mejores amigos en la ciudad era representante de músicos y de cantantes de ópera. Teníamos el abono del teatro São Carlos. Siempre le agradeceré que me diera la oportunidad de adentrarme en las bambalinas del teatro para poder charlar con los artistas tras la representación.
Muchas óperas abordan en sus libretos el tema universal del amor. Hoy voy a hablarte de una de ellas: Los cuentos de Hoffmann, de Jacques Offenbach.
Pese a los elementos fantásticos y humorísticos que la caracterizan, Los cuentos de Hoffman es una historia trágica, que aborda los desengaños e infortunios del amor.
El poeta Hoffmann se reencuentra en el teatro de la ópera con un antiguo amor, su gran amor, Stella, convertida ahora en una cantante de prestigio. Mientras Stella actúa en el teatro, Hoffmann relata a varios amigos congregados en una taberna, las desventuras de sus historias de amor con tres mujeres: Olympia, Antonia y Giulietta. Las tres mujeres son en realidad una, -Stella-, y el fracaso de las tres historias de amor es en realidad el fracaso de su relación con ella.
Tras la representación, Stella declara a Hoffmann sus sentimientos pero ya es demasiado tarde puesto que Hoffman no tiene intención de volver a amar. Decide renunciar a Stella y refugiarse en los brazos de la Musa de la Poesía (el arte como bálsamo y consuelo del alma humana).
Siempre que escucho las penurias del pobre Hoffmann, pienso en como un tema, -la desilusión y el desengaño que conducen al fin del amor-, produce emociones tan distintas según el medio, tono y enfoque desde el que se trate. Porque aunque esta ópera aborda la cuestión del desamor, despierta en mí un sentimiento de melancolía pero nunca de desesperanza.
La ópera tiene piezas musicales inolvidables, como por ejemplo Les oiseaux dans la charmille o La balada de Kleinzach pero su famosa Barcarola es mi favorita y una auténtica delicia, como demuestran estas dos versiones:
La primera versión de la soprano Montserrat Caballé y de la mezzosoprano Marylin Horne haciendo click aquí.
La segunda versión de la soprano Anna Netrebko y de la mezzosoprano Elina Garanca haciendo click aquí