LA VIDA DE LOS OTROS

LA VIDA DE LOS OTROS

Estrella del Universo Amistad

A veces tenemos amigos que no sabemos que tenemos. Son ángeles de la guarda que velan por nosotros; protectores omniscientes que mueven los hilos del destino a nuestro favor, sin que seamos conscientes de ello. Rara vez llegamos a ponerles rostro, porque son discretos. 

De una amistad así trata La vida de los otros (Florian Henckel Von Donnersmarck2006), ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa en su correspondiente edición. Una de mis películas de cabecera.

La película nos traslada al Berlín Oriental en la RDA de 1984. El Ministerio para la seguridad del estado (Stasi) cuenta con 100.000 agentes y 200.000 informadores de la dictadura del proletariado, cuya meta es saberlo todo sobre la vida de los otros, aplicando todo tipo de argucias y estrategias para conseguirlo. 

Los gerifaltes de partido campan a sus anchas y hacen abuso ostentoso de su poder. Los enemigos del estado son aquellos que no comulgan con los principios opresores del sistema y viven atemorizados en un ambiente asfixiante de intimidación y sospecha. 

El escritor y dramaturgo Georg Dreyman y su novia, la popular actriz Christa-Maria Sieland, nadan entre dos aguas. Llevan una vida acomodada al amparo del sistema, pero entre sus amigos figuran intelectuales a los que las autoridades tildan de díscolos y subversivos.

Una noche, durante la representación teatral de una obra de Dreyman, la pareja despierta la curiosidad del capitán Wiesler, de la Stasi (interpretado por un hipnótico y maravilloso Ulrich Mühe).

Yo los vigilaría  dice Wiesler desde uno de los palcos del teatro.

La Stasi instala un completo sistema de vigilancia en casa de la pareja y el capitán Wiesler fija su base de operaciones de espionaje en el desván del edificio. Desde allí, escucha las conversaciones, desvelos y pasiones de la pareja y su entorno, y escribe los informes de seguimiento diario. 

Conforme los va conociendo, aumenta su fascinación y empatía hacia ellos. Los artistas cambian, viven su propia revolución interior y, ante determinados dilemas morales, toman partido. Y Wiesler evoluciona psicológicamente con ellos, anteponiendo y eligiendo la bondad con mayúsculas frente a los privilegios y el bienestar personal.