EL BAILE

EL BAILE

Estrella del Universo Ambiciones

El Baile (Salamandra), -brillante novela corta de Irene Nemirovsky-, disecciona la historia de dos ambiciones que se gestan como monstruos insensatos en el seno de una misma familia.

La obra es el retrato de la ambición de una madre y de una hija. Es, además, un ejemplo de cómo la ambición, -de verse frustrada, cercenada -, puede derivar en sentimientos con efectos nocivos para uno mismo y para los demás: desdicha, bochorno, envida, ira.

Rosaline Kampf siempre aspiró a dejar atrás su origen humilde, progresar y formar parte de la burguesía acomodada de la ciudad:

Me duele el corazón de pensar en toda esa gente que vive bien y es feliz, mientras que yo me paso los mejores años de mi vida en este sucio agujero zurciéndote los calcetines…”

Cuando su marido, Alfred, tiene un golpe de suerte en la bolsa que les permite hacer realidad el sueño de ascenso social, su aspiración pasa a ser organizar un grande y fastuoso baile. Un baile de presentación en sociedad, de aceptación. Conmueve el comportamiento esperpéntico y pretencioso de Rosaline organizando la intendencia del evento para doscientos invitados:

“Oye, Alfred, ¿se ha de usar el título cuando se habla con ellos? Creo que es mejor, ¿no? Nada de señor marqués como los criados, naturalmente, sino: querido marqués, mi querida condesa…Sin eso, los demás no se darían cuenta siquiera de que recibimos a gente con título”.

En paralelo, como si se tratara de un espejo, su hija Antoinette, una adolescente de catorce años, tiene su propia ambición: asistir a la fiesta que está organizando su madre con un hermoso vestido y bailar con el caballero más atractivo de la sala. Cuando sus padres le anticipan que pasará toda la noche relegada en “el cuarto de la ropa blanca” y que no asistirá al baile, Antoinette despliega toda la pasión y ansias de venganza propias de una adolescente caprichosa y despechada.

“Sucios egoístas; soy yo la que quiere vivir, yo, yo; yo soy joven…Me están robando, me roban mi parte de felicidad en la tierra…”

Las ambiciones de ambas, -madre e hija- colapsarán finalmente en una circunstancia ridículamente dramática, hasta tal punto absurda que es inevitable sentir ternura y lástima por ambas.